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miércoles, 12 de julio de 2017

¿Otro crimen sin resolver?

En Lengua trabajamos sobre el relato policial y sus características. Luego escuchamos y vimos la canción "Crimen" de Gustavo Cerati, y en base al videoclip (en grupos), tuvimos que crear una historia policial. Trabajé con Violeta, Rocco y Manuela:

El Big Ben daba la medianoche cuando llamaron a mi puerta. Un hombre joven, alto, entró a mi oficina. Llevaba tapado el rostro, y quizá con la ayuda del humo de mi cigarro estancado en la habitación, se me hacía imposible reconocerlo.
-Mi nombre es Edgar Grayson- dijo el hombre de voz ronca rompiendo el silencio -Acudo a usted, señor Bland, antes que a cualquier otro detective privado, porque sé que vivió la misma situación...- y sacando unas fotografías de su maletín negro concluyó
-Necesito que investigues a esta mujer. Una mujer capaz de todo-
Esa última oración me hizo un vuelco en el estómago, y una cadena de recuerdos invadieron mi mente. Recuerdos que quería olvidar para siempre, y más que nada, a ella. “Anne”; susurré sin intención alguna con la mirada perdida.
-Lamento mucho lo que sucedió- dijo Edgar trayéndome de vuelta al mundo
-Pero pensaba que usted más que nadie entendería y estaría dispuesto a ayudarme-
No, no lo quería hacer. Temía que la relación personal con el caso, lo afectase completamente. Pero me puso en su lugar; a mí me hubiera gustado recibir apoyo, lo que me hubiera ahorrado algunos disgustos…
-¿Qué necesitas que haga?- dije afirmando su pensamiento. Al decir esto un sentimiento de alivio se vio reflejado en el rostro que ahora sí se podía observar con claridad. -Mi esposa rellena su ausencia por las noches con mentiras y excusas- y haciendo una pausa continuó -¿Sabes? Yo no soy tonto, después de unas “horas extra de trabajo” no tendría por qué volver borracha o ni siquiera volver-
Cada vez me sentía más envuelto en el caso. No necesitaba que me dijera lo que tenía que hacer. Luego de arreglar los asuntos del dinero, Edgar dejó la sala. Estaba ansioso, muy ansioso. Quería, o me sentía obligado, a empezar la investigación lo antes posible.
Fue en ese momento cuando cometí un grave error. Un error que tendría consecuencias. No podía esperar, por lo que decidí conocer más sobre aquella mujer quien Edgar creía conocer.
La esposa salió por la puerta de su casa a mitad de la noche, tal como había dicho el señor Grayson, y se subió a un auto negro donde la esperaba un hombre. Pasaron unos minutos y el auto no se movía, hasta que finalmente se encendió y sigilosamente avanzó por la desierta avenida.
Llegaron hasta un pequeño pub y subieron hasta los departamentos que habían construido sobre éste. Se dirigieron a la habitación de la derecha del segundo piso; lo cual me daba una vista perfecta desde un árbol. La observé con mi cámara por lo que parecieron cinco minutos, hasta que ella levantó la vista y logró contemplarme con sus profundos ojos esmeralda. Acto seguido se vistió con una especie de kimono, y salió por la puerta. Yo bajé del árbol casi cayéndome, armándome de valor para verla otra vez. Crucé la calle en cuestión de segundos y entré al edificio. Una vez dentro, un fuerte aroma a tabaco y alcohol invadió mis fosas nasales, y se impregnó en mi ropa.
En ese momento la vi. Toda seductora y delicada, bajando lentamente por los últimos escalones de la escalera, y examinando el lugar. Me acerqué empujando a un par de personas, y recibí incontables insultos. Segundos más tarde, ella estaba frente a mí, perforándome con su mirada brillosa. Se presentó como Miranda Bates. Claro que no era el mismo nombre que Edgar me había dicho. Era muy astuta. Llevaba puesto un vestido rojo, el cabello recogido y mucho maquillaje. Conversamos durante un rato, bebimos, fumamos. Pasamos un buen momento, hasta que vio las fotos que me había entregado Edgar para poder reconocerla. En ese instante supe que tenía que actuar con cuidado. Miranda me observó por un instante y luego se marchó. Dude un minuto. No sabía si debía continuar con mi investigación o invitarla a mi oficina. No podía resistirme. Debía ir con ella. Esos hermosos verdes como pasto fresco me habían hechizado.
Cuando llegamos a mi sala de trabajo, me impactó el desorden que había en ese lugar. Comencé a organizar un poco las cosas. Cuando giré para verla, Miranda sostenía un arma. No estaba muy sorprendido.
- ¿Creíste que no sabía quien eras?- dijo la mujer -Eres John Bland, el detective al cual todo hombre con un problema amoroso acudiría. Conozco muchos hombres que han intentado contactarlo. El problema es que no vivieron lo suficiente para que el mundo conozca sus historias.- cargó el arma y apuntó a mi cabeza- Debo matarlo señor Bland-
No pude reaccionar antes de que Miranda presionara el gatillo.

Un momento. ¿Por qué razón tendría que morir? John Bland no puede estar muerto. ¡Yo soy John Bland! Y necesito terminar esta historia para mañana o la señora Valkois va a despedirme. Dice que mis historias no son de misterio, que son ideas para otros autores. ¿Qué puedo agregar? Ah ¡Ya se! ¿Cómo no se me ocurrió antes?

No pude reaccionar antes de que Miranda presionara el gatillo.
Una amplia sonrisa se dibujó en mi cara.
-Me dijeron que eras astuta, pero no sabía que me estaban mintiendo.- me observó confundida.- El arma es similar a la tuya con la diferencia que ésta tiene un trozo de vela en su interior en vez de una bala. La intercambió Edgar en el momento en el que subiste a mi auto. SÍ, Edgar estuvo con nosotros todo el tiempo.- en ese momento, Edgar abandonó su escondite- Las fotos, la invitación, todo estaba planeado.-
El oficial de policía entró en la habitación y Miranda fue detenida inmediatamente. Edgar tuvo mucha suerte, fue el único hombre al cual la malvada mujer no había asesinado.


FIN


La cara de la señora Valkois cuando finalizó de leer mi historia era indescriptible. En una semana, se vendieron 10.000 ejemplares de mi libro.

Un mes más tarde, cuando el Big Ben había dado la medianoche, alguien llamó a mi puerta...






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